sábado, 6 de marzo de 2010

Cueva de la Autopista


Climatología: nublado y fresco
Participantes: José Manuel, Miguel, Luis, Kike y David



Habiendo visto la completa página de Miguel Guerrero y José Lull sobre la Cueva de la Autopista, la teníamos apuntada desde hace tiempo para hacer una visita.

Salimos de Madrid a las 7:30 sorprendiéndonos encontrar una ligera nevada en la periferia y durante parte del camino hasta Valencia donde el cielo se calmó.
Debido a que no repasamos bien la información que habíamos leído hace tiempo sobre la cueva, nos costó dar con el paso de la autopista. Llegamos primeramente a la Urbanización Monterreal, divisando el paso y la cueva desde distintos miradores. El problema era la fuerte pendiente que se interponía, y la confusión sobre por dónde pasar estando todo cercado por chalets y verjas.
Preguntamos a un policía local que nos dió algunos datos basándose en dónde él había visto que la gente aparcaba los coches, algo desconcertantes cuando añadió que desde uno de los aparcamientos bajaban con cuerdas. Sin verlo muy claro, por el cerco de propiedades privadas, acabamos cruzando por otro lado hasta unas canteras. Nuevas fincas, prohibido el paso. Regreso, y tanteo de otras vías.
Finalmente aparcamos junto al Cristo, y ladera a través alcanzamos el paso de la autopista y la boca de la cueva, y de paso ubicamos un lugar mejor donde aparcar los coches, junto a un chalet abandonado, cuya finca abierta constituía el único paso abierto en la barrera de propiedades de la Urbanización Monterreal... un paso que obviamos al principio.
Por tanto entramos tarde, sobre las 3 de la tarde.
Deambulamos como bien pudimos y nos agotamos rápidamente explorando ratoneras.
Las cámaras más externas de la cavidad son muy peligrosas, y no por la dificultad, sino por la inestabilidad de los bloques del techo, fracturados a causa del dinamitado de la montaña para el paso de la autopista AP-7. Muchos fragmentos parece que pueden desplomarse en cualquier momento. Más aún cuando cada vez que pasa un vehículo por la carretera puedes escuchar las vibraciones.
Dentro, la temperatura era templada, degenerando en calor a nada que te movieras.
Más agradables eran las zonas húmedas, con formaciones y charcos.
Decididamente lo hicimos muy mal. Estuvimos dentro unas 3 horas, aunque en ningún momento nos perdimos gracias a que el avance se realizó progresivamente y con retaguardia. Uno se adelantaba a explorar por un recodo mientras los demás se quedaban atrás o tanteaban otro, encontrándonos en varias ocasiones por la luz o las voces tras unas confusas vueltas, cerrando circuitos tras vueltas a la deriva.
La cueva posee preciosas formaciones según las fotografías de la página citada al principio, pero no las vimos. Están diseminadas en cámaras repartidas en un enmarañado laberinto de túneles polvorientos, subibajas, un queso gruyere donde a cada paso se abren posibilidades inabarcables en un sólo día si no conoces la cueva.
A veces se hacía cargante la respiración por el polvo levantado y porque aún tenemos un espeléologo clásico alumbrándose con carburo.
José Manuel había contactado con Miguel Guerrero, que se ofreció a guiarnos, pero el día escogido coincidió precisamente con su exposición de fotografías sobre la misma Cueva de la Autopista.
Es una cueva divertida de recorrer para los amantes de los laberintos tridimensionales, y a la vez agotadora.
Está llena de marcas reflectantes, etiquetas de topografía, y cordeles, lo cual es una gran ayuda para encontrar la salida en caso de desorientación.





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