sábado, 16 de noviembre de 2013

Sima de la Higuera


Participantes: José Manuel, Miguel y David
Climatología: despejado y frío.

Tras recoger las llaves de la jaula que cubre la boca de la sima en un bar del pueblo, tomamos por la carretera de Alhama hasta un desvío por un caminillo que en general está en buen estado, aunque hay que avanzar con cuidado en los tramos de más pendiente, donde se han formado pequeños surcos de escorrentías.

Desde donde aparcamos el coche se distingue claramente una pista de senderismo, que no es la que hay que tomar, sino otra más disimulada que asciende hasta los pocos metros que quedan hasta lo alto del monte para luego descender por la ladera contraria, avanzando hacia el cementerio de Pliego [1].

Abrimos la puerta de la jaula con la llave, y una vez instalada la cabecera del pozo [2], nos encerramos dentro, para que nadie pueda escapar [3]. Desde el interior nos llegan bocanadas de aire caliente, muy de agradecer para aliviar el frío que sopla en el exterior.

El primer tramo del pozo está acompañado por las raíces de la higuera [4] [5], que como cuerdas naturales, caen en paralelo hacia las profundidades.
Tras varios fraccionamientos donde descendemos haciendo pie en las paredes y un tramo final volado donde las raíces de la higuera ya han desaparecido, llegamos a un corto tramo intermedio horizontal en rampa que comunica con el pozo final, con un desviador en la propia cabecera [6] y un segundo unos metros más abajo [7].
Este último pozo discurre por una estrecha diaclasa, en la que en cualquier momento podemos empotrarnos o encontrar apoyos para la posterior escalada.
Tras este pozo sólo nos queda descender una rampa.

Una vez abajo nos quitamos los aparatos y algo de ropa, ya que la cueva tiene una temperatura templada.
El recorrido está balizado, no tiene pérdida.
Avanzamos primeramente por un riachuelo [8], dejándolo más adelante por un pasaje que se estrecha y asciende.
Superamos un boquete en lo alto, hasta un pasaje de mayores dimensiones,  sólo para, unos metros más adelante, volver a introducirnos por una estrecha rendija que desemboca en lo alto de un meandro.
Vamos saliendo con las piernas por delante pataleando en el aire [9] hasta tocar un apoyo, sacar el cuerpo y descender.

Poco más adelante en un tramo donde las formas de precipitación que tapizan las paredes se asemejan a percebes [10], nos escurrimos por una rendija inferior hacia la izquierda, y resbalamos hasta la orilla de lago [11].

El lago se puede atravesar sin sumergirte demasiado empotrándote contra las paredes e isletas laterales. Pasada la primera zona, las demás son más estrechas y no hay ni que tocar el agua.

Antes de un repentino giro del recorrrido balizado hacia la derecha, podemos observar un curioso techo que alguien calificó de tripas de vaca [12].

El recorrido va descendiendo, con algún pocillo de agua de por medio más [16], y de pronto el suelo se torna blanquecino, polvillo de yeso acumulado [13].
Las paredes y techo se abomban, formando calabazas, globos hinchados, cerebros o culos [13]. Estamos entrando en la zona más característica de esta sima, con sus estalagmitas escamadas, huevos de alien, alcachofas y alfiles-obispos [14] [15].

Regresamos al otro lado del lago, donde habíamos dejado las sacas (aunque la verdad es que no merecía la pena traerlas hasta aquí, se podían haber quedado en la misma sala de aterrizaje de los pozos, junto con el resto del material), y como era aún muy pronto, nos quedamos un rato de cháchara en la orilla.


1. descendiendo hacia Pliego


2. cabecera de la sima


3. dentro de la jaula


4. las raíces de la higuera


5. más raíces


6. cabecera del pozo final


7. desviador


8. ventanuco en el río


9. aflorando al meandro con los pies por delante


10. percebes


11. el lago nítido


12. tripas de vaca en los techos


13. comienzan los bolondrios


14. caminando entre huevos de alien


15. los obispos


16. pequeña poza de agua

viernes, 11 de octubre de 2013

Torca Fría-Cueva del Lobo


Climatología: Soleado
Participantes: Miguel y David (Espeleo-Romeros) y Diego y Carlos (Espéleo-Pipis)

Ya nos habían dicho que otro grupo de Madrid iba a hacer la travesía el mismo día, por lo que no nos sorprendió, mientras nos cambiábamos en una curva de la carretera (1), ver aparecer otro coche con dos espeleólogos del GEGET, a los que se uniría poco después otro de Miranda: Mario, Rubén y Diego.

Cruzamos la carretera y ascendemos por el camino que se dirige hacia las cuevas. Enseguida hay que tomar un desvío ancho a la derecha, que parece que se aleja de los farallones de Peña Llusa, pero que más adelante se reconducirá para discurrir en paralelo a ella.
Llegamos a un pilón donde termina la pista de tierra que traemos, aunque continúa aún tapizada de verde hasta un mirador con buenas vistas sobre gran parte de la ruta de los Collados del Asón, el Mortillano, los Mazos... y el mar.

Es el momento de introducirnos en un bonito hayedo que bordea la peña, y ganando altura alcanzamos la brecha llamada Las Escalerucas, por la que trepamos a la plataforma superior,  prados pelados. Proseguimos por ahí en dirección contraria a la que traíamos y al poco divisamos la entrada a la Torca, una grieta en un farallón superior (2). Más de una hora hemos tardado.

Nos detenemos unos metros antes para evitar la umbría, y al rico solecito preparamos el equipo, y en esto llegan los del GEGET, con los que al final terminaríamos haciendo la travesía de forma conjunta.
Vamos subiendo a la grieta, destrepamos un resalte, y nos encontramos ante el primer pozo, montado. Hay que aproximarse con cuidado ya que hay mucha piedra suelta.

La primera cuerda aterriza en una repisa que engancha con un corto pasamanos con el siguiente tramo de pozo, que llega a otro balcón donde según vamos llegando corremos a refugiarnos bajo una rendija, pues hasta aquí caen los pedrolos que puedan tirar los que van bajando.
En medio del siguiente pozo nos encontramos un nevero, y poco más abajo una comba  que conecta con un apurado ventanuco, que es la antesala de la temida gatera vertical.
Subimos sólo una saca con una cuerda, y con ella izamos el resto de las sacas para subir más cómodamente.
En la parte superior  hay un peñacho de roca suelto, que dudamos si tirar, y al final se quedó tal cual.
Desde este alto, descendemos un poco por otra cuerda en comba hasta el comienzo del meandro llamado La Carpeta verde.
El nombre de Torca Fría no es gratuito, no obstante lo cual, nosotros no hemos sufrido de las derivaciones de su toponimia. Hemos tenido suerte, ya que no había corriente de aire significativa, y quizá por eso, no notamos especial frío.

El meandro al comienzo es amplio y cómodo, más adelante se estrecha, y en cierto  punto nos las vimos de mala manera hasta que directamente no pudimos continuar, y es que nos habíamos ido demasiado abajo. Reculamos y ganamos algo más de altura, cada cual por donde pudo, hasta alcanzar las zonas superiores más amplias.
Más adelante nos empotramos para descender un resalte hacia un ensanche encharcado (3), tras el cual el meandro se vuelve a estrechar, teniendo que buscar el hueco o doblar el cuerpo (4).

En cierto momento aparece otro gran escalón, que se puede salvar por una cuerda montada a mano derecha, o descendiendo de frente por una zona acanalada.

En otro punto alcanzamos una sala con un hueco arriba a la derecha, y una continuación a mano izquierda, montada con una sucesión de cuerdas, por la que seguimos. Tras alcanzar el primer "fraccionamiento" descubrimos la precariedad -o ecologismo- con la que están fijadas las cuerdas que ayudan a salvar la serie de repisas que se suceden, aprovechando salientes, anillas naturales o incluso grietas, con lo que debemos tomarlas como quitamiedos, no como pasamanos.
Tras el último agujero que salvan estas cuerdas, destacan las paredes tatuadas con fósiles y algunas de las escasas formaciones que encontraremos, bastorras, colgando del techo (5).

Más pasos con cuerdas, y el yeso aflora cada vez de manera más significativa, creando curiosos suelos de polvo blanco y paredes igualmente blanqueadas donde resalta más la negrura de la roca (6, 7 y 9). Ocasionalmente también pueden observarse pequeñas cristalizaciones (10).
Los meandros zigzagean sin parar, a veces con curiosos cambios de dirección cercanos a los 180 grados. Y no parecen terminarse nunca, no sabemos muy bien en qué punto del mapa nos encontramos.
En una zona especialmente blanqueada por el yeso, el meandro parece terminar en una salita circular muy alta tras una corta trepada. Antes de ese ascenso hay que buscar un hueco entre las rocas de la izquierda y dejarse caer hasta un tramo inferior paralelo del meandro que continúa en dirección contraria.
Poco más adelante en una zona alta y estrecha, nos topamos con una cuerda con nudos que asciende por la pared derecha. Decidimos descartarla, y seguimos hacia adelante.

Más descensos con cuerdas, un pasamanos algo aéreo con cuerdas combadas a menor altura de ayuda para poner los pies (11), y más especulaciones sobre si estaremos ya cerca de la Sala del Carbón cada vez que vemos una roca más negra que las demás. El meandro se está haciendo muy cansino, es interminable.
En un par de ocasiones al menos, el meandro principal es interrumpido por un corte, como si una falla hubiera separado la tierra en dos, para proseguir con normalidad al otro lado.
En cierto punto paramos a comer, con menús diversos.

Al poco de retomar la marcha, algo fríos, estamos discurriendo ya por un túnel que -por fin- podríamos dejar de denominar meandro. Tras un trecho, alcanzamos una gran sala, con varios reflectantes a mano izquierda. De frente asciende una rampa... pero no es por ahí.
Hay que girar siguiendo la pared a mano izquierda y buscar un hueco para destrepar.
Atravesamos un tramo donde la sección del túnel se estrecha y del techo descuelgan unas pequeñas estalactitas adornadas con formas de precipitación orientadas por las corrientes de aire, lo cual me recuerda a las galerías de las Sierras de Cañuela... aunque en miniatura y de acabado más basto (12).
De seguido saltaremos por encima de una grieta, desde la repisa izquierda a la derecha, asegurados a una cuerda (13), y más adelante el avance se ve impedido por un resalte. Deberemos escurrirnos por una grieta a mano derecha para trepar a lo alto del resalte.
Desde arriba podemos continuar, la galería se estrecha y va girando a la izquierda hasta llegar a discurrir en dirección contraria a la que llevábamos.
Cuando podemos volver a ponernos de pié, estamos en una zona un tanto confusa. Nos limitamos a seguir flechas, reflectantes o plásticos. Y estos nos invitan a subir a la derecha para luego bajar e introducirnos por una arrastradera.

Al poco de comenzar esta gatera, a mano derecha se abre el acceso a un profundo meandro asegurado con un largo pasamanos.
Si continuamos recto por esta gatera, siguiendo la corriente de aire, afloraremos en una salita en la que ponernos en pie, y observaremos una flecha que nos indica que nos metamos de nuevo pa'dentro. Y es que existen dos caminos distintos para llegar a esta gatera larga.
Bien, sin hacer esto, y bajando desde la gatera al pasamanos largo, lo recorremos, y llegados al final, seguimos de frente. Los dos que iban delante descendieron la cuerda que hay en la cabecera... para luego tener que volver a subir.
Siguiendo de frente desde el final del pasamanos, nos escurrimos por una gatera hacia arriba por la que tira aire, y luego hacia la derecha y un poco hacia atrás, simplemente para rodear y trepar más fácilmente el taponamiento que se nos interpone y seguir en la misma dirección que llevábamos originalmente, ahora ascendiendo por una gran galería. Al alcanzar la cumbre de la rampa tenemos a nuestros pies un enorme caldero de encachado suelto que es la Sala de la Cabra, la sala más grande hasta ahora.

Un reflectante abajo nos marca la continuación, y al pasar junto a él, observamos unos huesos que podrían pertenecer a la cabra que dio nombre al lugar. Diego 2, que había entrado hasta aquí en otra ocasión, al encontrarse en zona conocida, puso el turbo y la salida se dibujó rápidamente (en distancia psicológica). Básicamente seguir la dirección que llevábamos por grandes galerías, y girar a la izquierda y hacia arriba en cierto momento en el que la cercanía del exterior se evidencia por la presencia de hojas. La salida en sí es un pasaje pequeño con una alfombra de hojas en el suelo.

Tras traspasar la boca, el frontal ilumina unas extrañas formaciones que son grandes hayas en la noche. Saltamos al lecho del bosque y nos deslizamos ladera abajo hasta alcanzar la carretera.

Tardamos unas 8 horas y cuarto.


1. Peña Llusa desde la curva donde aparcamos


2.Grieta que delata el lugar de la torca


3. Destrepe por los meandros


4. Procediendo a hacer la lagartija


5. La campanilla de la garganta de la cueva


6. Qué blanco empieza a estar esto


7. Menudo alijo de coca...


8. Rocas echando un pulso


9. Tenebroso pasaje


10. Cristales de yeso


11. Pasamanos expuesto


12. Estalactitas con las melenas al viento


13. ¡Ale hop!

viernes, 5 de julio de 2013

Cueva de Llueva


tiempo: soleado y caluroso
participantes: Miguel, Jose Manuel y David

Aparcamos en una curva de la carretera que conduce a LLueva, localidad que da nombra a la cueva, y nos adentramos por un senderillo entre el bosque umbroso y fresco, aliviándonos de la solana.
En poco tiempo el ambiente se enfría más al recibir el chorro de aire fresco que delata la presencia de una gran cueva mucho antes si quiera de verla (1).

La boca es muy pequeña pero se localiza fácilmente al estar ésta enmarcada con un pequeño pretil de rocas (3), y por encontrarse éste al abrigo de un gigantesco farallón en un hundimiento bajo un voladizo (2).

Una trepadita fácil hasta el pretil y dentro comienza un túnel estrecho que progresa hacia el suroeste y por el que sopla el aire con fuerza. En cierto punto se interrumpe, y hay que escurrirse momentáneamente por un paso laminado a la izquierda, para de nuevo recuperar el rumbo.
Un segundo paso laminado, y de seguido el agujero soplador, un paso desobstruído que a primera vista impresiona por la embocadura descendente (5), aunque tras ésta el paso sea totalmente horizontal (4). El aire sopla aquí más fuerte y viene acompañado de polvillo que te golpea la cara.
Este paso en verdad no es demasiado estrecho, pasamos todos sin problemas, y una vez superado el embudo inicial se va ensanchando hasta una zona más cómoda que se precipita hacia una caída a la oscuridad.

Se escucha el rumor del río que está cerca. Hay montada una cabecera con una cuerda recogida, para descender una rampa de unos 4 metros hasta el borde de un pozo de 10 metros, donde un poco más abajo y a la derecha hay que instalar un fraccionamiento que evite el roce. Hay tres spits aquí, muy juntos, aunque no se ven hasta que estás encima.
Ésta es la forma correcta, pero aquí perdimos un montón de tiempo al haber intentado inicialmente un montaje distinto con unos spits situados en la parte izquierda del borde (6).

Aterrizamos en un caos de bloques, que destrepamos hasta la zona del sonoro río, para luego volver a ascender por la gran galería seca que progresa hacia el oeste. Dejamos a mano izquierda en lo alto un pasamanos elevado que servirá para salvar este punto cuando el caudal de agua sea superior.
Avanzamos entre el caos de bloques, entre los que a ratos aparecen cómodos lechos de arena, hasta llegar a un desfondamiento a la derecha, en el fondo del cual se observa algo de agua. Lo rodeamos por la izquierda y continuamos por la misma galería, atentos a la pared derecha, donde pronto aparece la cuerda montada que nos permite ascender un resalte de 5 metros hasta un tunelillo superior, por el que evitaremos el lago que nos esperaba algo más adelante si nos hubiéramos mantenido en la galería principal.

El tunelillo es de pequeñas dimensiones, aunque cómodo y claro, hasta que parece dividirse en múltiples alternativas, Miguel toma hacia arriba a la izquierda, y yo de frente, pero me reúno con él más adelante a través de un ventanuco, y continuamos por un estrecho pasaje meandriforme empotrándonos en ciertos puntos.
Salimos rápido a un pequeño ensanche tras un quiebro, en el que una flecha grabada en la roca indica hacia la derecha con la leyenda "DIG'95". Nos asomamos por esa dirección, donde parece haber una desobstrucción descendente, pero la descartamos y seguimos de frente, en la dirección que llevábamos, oeste. Al poco aparece una nueva flecha, borrosa, que indica un giro hacia otro túnel a la derecha, y esta vez sí, abandonamos nuestro túnel para coger el otro hacia el noreste.

Detrepamos un resaltillo agarrándonos en las irregularidades de las rocas, tiramos a la izquierda, y enseguida encontramos una cuerda-pasamanos que desciende otro resalte de 4 metros hacia una sala con formaciones y un caos de bloques.
Trepamos por los empinados bloques de frente (N-NE) según veníamos antes de bajar el resalte, hasta un laminador superior por el que nos escurrimos hacia otra nueva sala con bastantes formaciones, esta vez estalagmitas delgadas y altas (7).
Esta sala se precipita hacia un hoyuelo relleno de bloques, y metiendo la cabeza entre ellos localizamos unos reflectantes blancos que nos confirman el tán poco obvio paso.
Nos escurrimos entre los bloques, descendiendo unos metros por los intersticios y salvando el último par de metros empotrándonos en una resbaladiza pared y ayudados por un asa pétrea natural.
Desde el recoveco (pues no puede llamarse sala) del fondo se abren dos caminos a la vista: un tunelillo que parece ir ganando altura, y un paso laminado repleto de barro al otro lado, que es el que tomamos, hundiendo las rodillas en el fango.

Para la vuelta no está de más señalizar este paso, ya que no se reconoce muy bien salvo por el brote del flujo acuoso, y en otras ocasiones puede que éste no sea tan claro como en la presente..
Hacia el Noreste el pasaje se amplía y deja atrás la zona embarrada.
Superamos un par de tramos desfondados (8) y, tras ascender hacia un laminador, afloramos en una salilla repleta de bloques en el inicio de la cual han dejado algunas herramientas de desobstrucción.

Trepamos por los bloques hacia el noroeste, por arriba o por abajo, o rodeando, y tras un corto avance hacia el oeste llegamos a otra nueva zona de grandes dimensiones.
Para evitar tirar por galerías equivocadas, continuamos avanzando con la pared derecha como referencia.
Tras un destrepe, el avance se realiza de forma fácil y rápida por varios metros.

En cierto momento, divisamos un llamativo conjunto rocoso romboide que podría asimilarse a la cabeza de un toro (9). Miguel trepa hacia él, y yo, al ver barro pisoteado en una bajada previa entre las rocas, tiro por ahí.
Nos reunimos un poco más adelante, él tras haber subido un poco y luego bajado mucho, y yo tras haber bajado mucho y luego subido un poco.
Y a continuación hay que volver a subir. Sin alejarnos de la pared derecha, ante nosotros se levanta una empinada rampa de bloques, que comenzamos a trepar. En el tramo final hay montada una cuerda-pasamanos de seguridad, para evitar un paso expuesto.

Una vez arriba, nos hallamos al comienzo de la gran galería del Borde de la Oscuridad (The Edge of Darknes). El avance por aquí es cómodo y rápido. Caminamos por la zona central ya pisada, que atraviesa un terreno recubierto de cristalizaciones de yeso (10). En el alto techo liso aparecen colonias de formaciones, muy separadas entre sí, y más adelante colonias de macarrones larguísimos (11 y 12).
En cierto punto el camino desciende bruscamente, señalizado con reflectantes blancos para evitar pisar innecesariamente nuevas zonas del criadero de cristales de yesos.
En el fondo de la hondonada, a mano izquierda, se abre un nuevo pasaje desde cuya embocadura resbalan bonitas coladas (14), aunque quizá lo más llamativo será un largo macarrón que ha logrado hacer pie convirtiéndose en un columna... ridícula, pero una columna a fin de cuentas (13).

Pasando de largo el desvío y ascendiendo de nuevo, la galería principal continúa con la apariencia de estar revestida de escoria, hasta que simplemente se acaba.
Y nosotros también damos por acabado el recorrido.

De regreso, en el momento de atravesar de nuevo el agujero soplador, la cueva había de dejado de expulsar aire para pasar a succionarlo, de modo que nuevamente teníamos el aire golpeándonos la cara.

Salimos a las 6 de la tarde.


1. descendiendo hacia la boca


2. desde la boca


3. Nosotros, y la boca de la cueva encima


4. Jose prefirió pasar el agujero soplador con los pies por delante


5. embocadura del agujero soplador


6. contraluz


7. Sala de altas estalagmitas


8. superando algunos desfondamientos


9. roca romboide


10. cristales de yeso


11. largos macarrones


12. macarrones largos


13. La columna que sostiene toda la caverna


14. coladas

sábado, 1 de junio de 2013

Cueva 415


Participantes: Miguel, José Manuel, Luís, Quique, Araceli y David
Climatología: Tiempo inestable

La pasada Semana Santa, aprovechando que coincidimos varios del grupo por la zona, nos habíamos acercado para confirmar la localización de la boca, y en principio había dudas sobre si merecería la pena hacerla debido a lo escaso de su recorrido.

Finalmente, a finales de Mayo planificamos una visita.
Cambiándonos en las cercanías, apareció otro coche, con tres espeleólogos cántabros que también tenían pensada esa cavidad, de modo que entramos conjuntamente, aunque luego ellos tirarían por su cuenta adelantándose.

La entrada es un pequeño agujero cubierto con un tronco y unos alambres, en una de las varias dolinas que hoyan un empinado prado con vacas. Retirados los obstáculos, nos escurrimos unos metros hacia abajo, dejando un pasaje que se ciega a mano izquierda, y descendemos por el túnel principal hasta el borde de una fuerte caída. Hay que descender un primer tramo escurriéndose entre los bloques, y luego un segundo tramo más expuesto donde montamos una cuerda.

Una vez abajo, en una sala grande, unos pasos más adelante entre un caos de bloques, arriba y a mano derecha desciende una cuerda que hay que remontar hasta una gatera superior.

Por arriba proseguimos por un conducto de escasas dimensiones, con un pasamanos en cierto punto, hasta desembocar, unos 20 metros más adelante, en otra sala grande. Y aquí empiezan las primeras formaciones.
En una de las paredes hay algunas bellas estalactitas brillantes y una pequeña muestra del tipo de formaciones excéntricas que encontraremos más adelante.

Atravesada la gran sala y arrimándonos a la pared izquierda, remontamos una subida, y a medio camino pruebo por un agujero mientras Miguel mira por arriba.

El agujero conduce a unas gateras meandriformes que llevan en seguida a un laminador muy estrecho. Parece que va a ser por ahí. Aquí tres del grupo se plantan.

Pasa Araceli primero, por ser la más delgada, para confirmar que tira, y tira. Poco más adelante aparece el primer bosquete de excéntricas cubriendo techo y paredes del conducto. Parece que estamos en el interior de un intestino, con sus pilosidades. Si bien la sección media del pasaje se amplía, el avance se realizará en ocasiones a rastras para evitar romper estas formaciones que nos acompañarán desde aquí, hasta el final del trayecto.

Tras un trecho de gatera, nos escurrimos hacia una salilla donde nos reencontramos con los tres del otro grupo. Esta sala también está atiborrada de sierras, cuchillos, bracillos, guadañas, helictitas y demás rimbombeces, pero la cosa no acaba aquí.

Nos colamos por un agujero en la pared, y continuamos avanzando por tunelillos hasta otra nueva salilla, donde los cántabros están peleándose con una estrechez al fondo de una diaclasa. Finalmente desisten. Nos asomamos Miguel y yo... y tampoco lo vemos claro.

Nosotros regresamos a reunirnos con los del grupo que se habían quedado atrás, pero los otros se quedan ahí a comer, y quizá a intentarlo de nuevo, pues al menos uno de ellos parecía obstinado en pasar.

Ya fuera de la cueva subiendo por la embarrada ladera, poco antes de alcanzar el camino me fijé en un agujerillo del tamaño de un coco que parecía recién abierto de forma natural. Alumbrando con una linterna, tras el cuello de barro se abría una sima estrecha de paredes de roca limpia que quizá ofrezca algún interés.

Una vez cambiados aprovechamos para ir a localizar la Torca de la Vaca, sin problemas gracias a las coordenadas GPS, y luego a buscar la boca de Cueva Llueva, que no estaba prevista, pero también la hallamos con las indicaciones que nos dieron los del otro grupo en la 415.



boca de la cueva cubierta para evitar que caiga el ganado


pasando el laminador (desde atrás)


pasando el laminador (desde adelante)


tras el laminador empiezan los túneles barbudos



segunda salilla, antes de la diaclasa con embudo


dientes de sable


mirando las estrellas