sábado, 6 de octubre de 2012

Vegalonga


Participantes: Kike, Luís, Miguel, José Manuel y David
Climatología: Intervalos de llovizna

Parecía que íbamos a tener unos días de veranillo de San Miguel, pero tras una noche despejada, repleta de estrellas, el sábado amaneció nublado y lloviznoso.
Desde la carretera de Yernes y Tameza sale una pista en la que está indicada, en un cartel, la Cueva del Inglés. Una pista de carril único, de tierra a ratos y con zonas hormigonadas.
Cuando a un par de vacas les da la gana dejarnos pasar, avanzamos un trecho y dejamos el coche en un ensanche, justo antes de que la pista se precipite con una fuerte pendiente hacia el fondo del valle, y con las coordenadas del catálogo de Grandes Cavidades de España como referencia, nos metimos por un sendero a buscar la cueva por el monte.



El caso es que tras haber casi rodeado un monte calizo y husmeado en varios agujeros, descubrimos que las coordenadas indicaban un amplio pozo oculto entre la vegetación de una dolina. Quizá el pozo de las Retuertas, otra entrada al sistema que no era la que buscábamos.
De modo que continuamos rodeando el monte, hasta que apareció un farallón con varias cavidades, y finalmente, más adelante, la Cueva del Inglés, señalizada con un cartel. La pista que habíamos abandonado moría ahí, de modo que no hubiéramos tenido más que seguirla desde el coche para llegar derechos a la cueva.
Descendemos por la galería de entrada, embadurnada, para caer rápidamente en una amplia sala de la que parten varios caminos. A mano derecha la salida hacia la Cueva Vegalonga, que usaremos para salir, y de frente, remontando unos pocos metros hasta un balcón, la galería principal por la que seguiremos.


La galería se convierte durante unos instantes en un meandro con pozas con algún pequeño restalte, para luego continuar como un alto túnel o caos de bloques.

Tejadillo recubierto de escamas de dragón o "pendants"

Y al cabo de un rato, llegamos a otra gran sala, cuya base es una gran rampa con grandes bloques que se precipita desde las alturas hasta sumergirse en la parte izquierda, juntándose casi el suelo en rampa contra el techo en dicho punto, formando un laminador inclinado, una especie de embudo con algunas rocas encajadas.
Pegándonos casi a la parte izquierda, destrepamos por un agujero bajo un gran bloque para salvar un resalte, y luego avanzamos de frente por la rampa, sin descender, hasta llegar un punto peligroso donde tras usar un grupillo de estalagmitas a modo de huella, nos encontraremos una pisada poco segura antes de alcanzar el siguiente reborde de agarre. Miguel hace la pisada arriesgada para refugiarse rápidamente en la zona segura, y desde ahí, ata en una roca el extremo de cuerda que le pasamos, anclado el otro en un spit que hay en el techo, previamente a ese paso, creando un quitamiedos para que pase el resto sin riesgo.
Cuerda de seguridad, debido a la pisada arriesgada que existe en el primer plano, pasado el grupillo de estalagmitas
No vemos salida por esa zona, más que trepar por un canalillo en lo alto de la sala refugio, que nos lleva a la zona superior de la gran sala de la rampa. Sospechando una vez arriba que desde ahí existe un camino menos arriesgado para comunicar con la zona inferior, dejamos el extremo de la cuerda desatado para poder recuperarlo posteriormente sin volver por el mismo sitio.
En la zona alta de la sala aparece un pasaje con una gran pintada "PAULINO", y por ahí proseguimos. Más adelante rodeamos un pequeño desfondamiento y llegamos una nueva sala amplia con abundante "barrofango". La parte inferior de la sala se halla anegada de este fango atrapabotas (que abunda por toda la cueva), y la única continuación parece ascender rodeando un gran bloque.
Vísceras colgando del techo
Tras husmear un poco, los demás se quedan atrás y sigo yo solo ascendiendo hasta las zonas altas donde la amplia galería se escurre hacia túneles descendentes y pocillos. En esta zona abundan las formaciones de precipitación alrededor de pocillas con agua, y en las paredes se pueden ver algunas coladas de gran tamaño.
Formas de precipitación tapizando las zonas altas

Reunidos de nuevo en la sala del barro, hacemos un almuerzo junto a una colonia de setas manufacturadas, y regresamos hacia atrás.
Llegados de nuevo a lo alto de la sala de la rampa, esta vez descendemos por otro sitio, destrepando unos montecillos y siguiendo luego una diaclasa. Recuperamos la cuerda que habíamos dejado y tanteamos el estrecho fondo de la rampa, donde creemos que debe de haber un pequeño paso. Pero al no verlo muy claro, preferimos abortar esa ruta, que conduciría hacia el sifón donde se ahogó el espeleobuceador inglés que dio nombre a la "Cueva del Inglés", y regresar a la primera gran sala cercana a la entrada para hacer el descenso hacia otro tramo del río por los pozos.
Regresados al balcón de la sala principal, descendemos bordeando la pared de la caverna por la derecha, pasamos de largo un par de ventanucos que se asoman a un nivel inferior y en el tercero instalamos una cuerda en anclaje natural. Desciendo un primer resalte que conduce a una pestilente zona de paredes oscuras que, por un lado comunica con una vertiginosa bajada hacia un sifón colgado (por el que se podía avanzar en los primeros tramos mojándote hasta los muslos y doblando la espalda) , y por otro, hacia nuevos resaltes y pozos.
Los demás se piran, y nos quedamos Miguel y yo solos, instalando un pozo tras otro, hasta que nos quedamos sin placas de anclaje.
Descendiendo pozos hacia el río
Instalamos una última bajada de forma precaria simplemente por no irnos con la sospecha de habernos quedado a falta de un descenso para llegar a la galería del río, visto además que ya estamos en una galería claramente meandriforme, pero tras un corto avance se interpone otro pozo más, así que recogemos el campamento y p'arriba.
En la sala principal los otros nos han dejado reflectantes para confirmar que han salido y por dónde lo han hecho. Avanzamos rápidamente recuperándolos y enseguida se ve la luz del exterior que cae desde lo alto de una muralla de grandes bloques. Iniciamos una trepada arrimados a la parte izquierda de la pared y en cierto momento abandonamos la boca principal que se ve arriba como objetivo para introducirnos en la canal de una boca menor paralela que se abre a la izquierda, por la que salimos finalmente. Y descubrimos que estamos en la zona previa de covachas que habíamos mirado por encima antes de llegar a la boca correcta. Hemos salido por la boca de la Cueva de Vegalonga o Veigadonga.
Salida por la Cueva de Vegalonga

Sigue el tiempo chispeando lluvia a ratos. Tras ascender unas cuestas mortales por la pista asfaltada, nos reunimos con los demás, ya cambiados, en el coche.
Nos cambiamos rápidamente mientras el cielo nos riega un poco, y al vaciar mi saca descubro en el fondo una bolsa repleta de placas de anclaje y mosquetones que pensábamos estaría en la saca de los que se habían pirado, de modo que hubiéramos podido descender todavía 21 metros de cuerda más.

Estuvimos unas 6 horas en la cueva

sábado, 21 de julio de 2012

Cuivo-Mortero de Astrana


Fecha: 21 de Julio de 2012
Climatología: Encapotado y fresco

Participantes: Miguel, José Manuel, José Luís y David (Espéleo-romeros) y Diego, Bea, Carlos y Morty (Espéleo-Pipis)

Aparcamos en la curva de la pista asfaltada de Astrana y los pipis se enfundaron sus "pipilux" y los neoprenos completos desde el comienzo, mientras que los romeros optamos por llevarlos aparte para cambiarnos en el último momento.
La mañana nublada y fresca alivió un poco las penurias de los neoprenados (pero sólo un poco).
Diego y Morty se fueron para la boca del Mortero a montar la rampa, donde se encontraron con miembros de Geoda, que echaban un vistazo a las instalaciones, pues iban a realizar la travesía desde la Rubicera.
El resto nos dirigimos hacia la cuesta del Cuivo, avanzando por fondo del barranco, que a ratos se convertía en una jungla de helechos y zarzas, y donde había que cuidarse muy bien de dónde se ponía el pie para no caer en algún bujero.
Tras salir de la exuberante hondonada, quedó claro que no había sido el mejor camino.
Ya en las cercanías de la boca, tardamos un rato en localizarla debido a que la vegetación había crecido y actualmente una barrera vegetal la disimula a la vista.
Decir que si bien la mayoría entramos con el neopreno completo, Miguel optó por una camisetilla de neopreno fino en lugar de la chaqueta, y José Manuel a "pecho lobo", confiando en su aislamiento propio corporal. Desde luego que es muy recomendable llevar el completo, principalmente porque en las esperas en los pozos uno puede quedarse muy frío.
Aterrizamos en el fondo de la sima, en una sala de bloques y coladas calcificadas, y al poco de escurrirnos hacia abajo aparecen los primeros charquitos en los que tratar de darse un chapuzón para refrescar el neopreno... pero no será hasta más adelante cuando podamos hacerlo.
El recorrido es una sucesión de meandros cómodos, en los que a ratos hay que realizar alguna trepada y descenso.
Más adelante se irán estrechando obligando a buscar pasos más anchos hacia arriba, empotrándonos en las paredes, y a cuidadosas maniobras y cálculos geométricos a los miembros más gruesos, por la escasa holgura de puntos concretos. Ésta vez no hubo que untar a nadie de manteca para que pasara. En esta zona conviene echarse el descensor a un lado para evitar ir rozándolo contra la roca.
La última angostura de este sector consiste en un paso aéreo empotrado en el meandro que se descomprime en un ligero ensanche con una pozilla... a la que evitamos caer descendiendo empotrándonos hasta pisar la repisa del otro lado. Repisa que precede a la apurada embocadura de un tobogán que cae hacia la piscina de la sala siguiente. Como había montado un paso aéreo para salvar esta última estrechez, todos tiraron por arriba por la cuerda, menos yo, que me dejé deslizar por el tobogán al agua, después de que José Manuel comprobara que no había cocodrilos.
Ésta es la Sala de la Pérdida, y desde ella continuamos inercialmente por el meandro, ignorando una imperceptible y poco llamativa señal apuntando a otro ramal arriba a la derecha consistente en tres mojones de piedra, varias flechas grabadas en las paredes, algún reflectante, y una hoja.
Tras superar más tramos de meandro estrecho, los que habían hecho la travesía en anteriores ocasiones empezaron a poner cara rara, y además la brújula indicaba que estábamos yendo en una dirección incorrecta. Diego descendió un tobogán en lo alto del cual había una placa, para instalar un regreso, y tras inspeccionar lo que había más adelante, regresó informando de que efectivamente por ahí no era.
Reculamos hasta el punto hiperseñalizado que nos habíamos saltado y nos encaramamos hacia otro ramal repleto desde el comienzo de barro y pozas fangosas. La galería más divertida, nos pusimos finos finos, que parecíamos muñecos de barro.
Tras descender algún pozo, alcanzamos una zona más seca, trepamos, avanzamos, y caemos en la "Sala de la Lavadora". Los dos primeros nos encontramos con una pequeña poza de aguas cristalinas alimentada por un exiguo chorrito que resbala desde una colada, cual jacuzzi, donde nos sumergimos para darnos un buen lavado y refresco, tiñendo en seguida el agua.
Esta poza nos viene estupendamente para limpiar los aparatos que han acabado embebidos en una masa de pegotes de denso barro y adecentarse un poco, aunque más adelante, al avanzar frotándonos contra las paredes de los meandros, nos volveremos a ensuciar.
Más adelante, hacemos una parada en la que descubro mi pifia del día: no cerré convenientemente fuerte mi bote estanco, y en su interior hay una sopa. Mi teléfono móvil agoniza medio ahogado emitiendo extrañas luces rojas.
Continuamos saltando de una poza a otra, bien esquivándolas, bien a chapuzones, a elección del consumidor. En cierto momento, tras unos quiebros, una cuerda a la izquierda nos ayuda a encaramarnos en lo alto del meandro para esquivar una obstrucción que hay poco más adelante. Andamos por arriba, por la amplia Sala del Roscón, bordeando por la derecha, mientras a la izquierda el suelo cae hacia el curso del agua.
Tras superar un "monte" vemos al otro lado el reflectante que indica la cabecera del P17, un agujero en medio del caos de bloques.
Empieza la gente a descender con la cuerda rozando, pese a las advertencias de Diego, por no haber visto el desviador, hasta que José Manuel lo localiza en su turno de bajada.
Aterrizamos en un descansillo de paredes oscuras adornadas con pegotes duros de barro claro, y continuamos descendiendo por más pozos y resaltillos montados. Aquí me quedo al final recuperando con Diego. Las cuerdas rozan por todas partes, pero la roca está pulida.
Y llegamos al pozo que José Manuel llama "de la jindama", por la jindama, canguele, yuyu, impresión... que le ha producido las numerosas veces que lo ha descendido. No es tanto por la altura, sino por el hecho de ir descendiendo pegado a una pared, y de pronto desparecer ésta para encontrarte en el aire... y con la cuerda rozando peligrosamente en la cabecera, añadiría.
Ya sólo quedaban tres descensos con aterrizaje en pozas, y llegaríamos a la Sala del Arco.
Abandonamos momentáneamente el río que se sumerge bajo un caos de bloques, trepamos, y descendemos para recuperarlo un poco más adelante, un poco más hacia la izquierda.
Y a partir de aquí es una supergalería tipo "Rubicera", cortada por un mismo patrón, de paredes troqueladas y estampadas con tatuajes y fósiles. A ratos aparecen rocajes pardos y amarillos con nervaduras que se asemejan increíblemente a la madera. Es avance es muy rápido chapoteando por el río Cubieja, que apenas cubre en la mayor parte del recorrido.
En cierto punto encontramos algunas hojas y brotes de plantitas germinadas en un remanso lateral del río, señal de que habría alguna comunicación con el exterior en las cercanías, a través de alguna fisura en el lapiaz.
En poco tiempo descendemos la poza final de la confluencia, y alcanzamos el río Leolorna, zona ya conocida.
Al llegar aquí ya estamos bastante limpios de barro, pero por si aún quedaran rastros, las sucesivas pozas del río que remontamos son el lugar ideal para llegar al exterior impoluto.
En cierto punto, tras pasar bajo una ducha, el río se interrumpe, trepamos por el centro y hacia la derecha para aflorar a una gran sala del Anfiteatro. Sin subir nada, nos escurrimos hacia abajo paralelos a la pared, trepamos un resalte con un cordel con pedal de ayuda, e inmediatamente giramos a la izquierda sin pestañear, ya aprendidos de la última vez donde seguimos de frente para "enriscarnos" por una rampa.
En seguida aparece la gran sala de las rampas güenas que ascienden hacia el agujero soplador, montada con cuerdas. El agujero esta vez soplaba mucho menos que en la anterior visita, era agujero brisilla.
Según íbamos saliendo tirábamos directos para arriba por la Sala del Caos, hacia la luz del exterior de la boca del Mortero, deseosos de quitarnos ya el neopreno.
Una vez arriba, en aquella montaña de boñigas de cabra que es el fondo de la torca, me arranqué la chaquetilla con alivio. Morty estaba ascendiendo por la instalación vertical en fijo, le seguí mientras Diego se iba para la rampa.
Detrás mía pensé que venía Miguel, pero una vez arriba descubrí con sorpresa que era uno de los de Geoda, y detrás otro de sus compañeros. Ambos se habían adelantado al resto de su grupo en la unión con Rubicera para ir yendo a por los coches.
Más tarde ya sí subió Miguel, y el resto lo hicieron por la rampa.
Hasta que hubimos regresado todos al coche y recogido nos dieron las tantas. Llegamos por los pelos para cenar en Ogarrio.

sábado, 16 de junio de 2012

Cuevamur


En principio, la idea era realizar la travesía del Sistema de Ozana, entrar por la Torca del Sedo y salir por Oñite, pero la información de que la boca del Sedo es utilizada como vertedero de basura nos hizo desistir de hacerla y nos fuimos a Cuevamur.
El día era bueno, aunque estaba un poco nuboso. Al final sólo fuimos José Manuel, KiKe, Luís y Miguel, el que suscribe.
Nos pusimos los monos, preparamos el material y nos dirigimos a la boca de la cueva, acompañados por Alfredo y Belén de MTDE, que subían también por el camino con un grupo de espeleólogos que iban a realizar un curso de espeleosocorro en el gran porche de entrada de Cuevamur.
Después de colocarnos los aparatos, entramos por la estrecha boca de Cuevamur, que nada más entrar, encontramos a mano izquierda una cuerda que hace de principio de pasamanos y evita bajar por un pozo rampa de unos 30m.Continuamos por la cuerda y pasamos el pasamanos que continúa por la pared de la derecha. Seguidamente un tramo de cuerda vertical nos hace descender unos metros, tras bordear una rampa de barro, encontramos una cuerda ascendente que nos sube al techo de la sala donde encontramos un laminador más o menos cómodo, aunque de unos 40m de largo que nos lleva a la gran sala.
Hay un pequeño balcón donde encontramos una cuerda montada que descendemos unos 15m hasta unas formaciones donde sigue la cuerda en pasamanos y después un cable de acero que nos sube hasta la parte alta de la sala, ayudados por una cuerda paralela.
Al llegar a ese punto encontramos unos spits en la pared del frente y a la derecha una galería horizontal que se convierte poco a poco en un laminador por el que, según la topografía, tendríamos que volver.
Decidimos montar una cuerda, en este caso de 65m, para bajar al fondo de la sala. Se trata de una rampa que nos permite fraccionar a unos 10m de la cabecera y aunque tiene algún roce, no parece que pueda dañar la cuerda. Según vamos bajando nos encontramos, cada vez más, barro pegajoso.
Llegamos al fondo de la sala y subimos por una zona en rampa resbaladiza hasta un bonito balcón de suelo plano con finos gours con agua de goteo desde donde se puede ver y apreciar las dimensiones de la Gran Sala.
A la izquierda del balcón y detrás de una colada, una cuerda montada nos permite subir asegurados, por unos escalones que están excavados en el suelo resbaladizo, hasta que se acaba la cuerda, pero seguimos ya sin cuerda por los escalones con cuidado ya que resbala bastante y al no ir asegurados hay que tener precaución.
Llegamos a otro balcón con el suelo resbaladizo, (Sala del Campamento) en el que nos dirigimos hacia la derecha de la sala por un paso con barro y llegamos a otra sala (Sala de la Cascada) donde aparecen bonitas formaciones. Continuamos por la derecha y atravesamos la Sala del Caos, en la que también hay formaciones estalagmíticas. Al final de la sala se continua por una galería curiosa, la Galería de los Meandros, en la que en sus tiempos el suelo era una capa fina de caliza, quedando una muestra en los lados de la galería. Continuamos por esta galería y empiezan a aparecer formaciones espectaculares de excéntricas de todo tipo, con diferentes tipos de cristalización, que nos sorprenden favorablemente por la gran cantidad y belleza de las mismas y aprovechamos para hacer algunas fotos. Seguimos por la derecha y pasamos por la Sala del Lapicero y la Galería del Lago hasta que encontramos un fondo de saco en medio de la galería, aunque se puede seguir de frente, continuamos a la izquierda por una gatera descendente que nos va a llevar primero por un paso estrecho e incomodo en el que te clavas los salientes que desemboca en el famoso Paso de los Retales, una gatera estrecha horizontal que seguidamente tiene una grieta en la que no todo el mundo pasa de sobra.
El nivel de estrés empezó a hacerse notar en alguno de los componentes del grupo ya que es lo que tienen los pasos famosos cuando no los conoces, crean cierta inseguridad.
Sin más dilación, compruebo las dimensiones de las gateras y llego al Paso de los Retales, donde veo que se puede pasar bien, e invito a José Manuel, el más ancho del grupo, a que pase la primera gatera, que atraviesa perfectamente. Continuo atravesando el Paso de los Retales sin problema y sigo adelante para ver si hay alguna gatera posterior que nos pudiera dar problemas y no siendo así vuelvo al Paso de los Retales para ayudar si fuera necesario a José Manuel, el cual pasa la primera parte horizontal, pero la grieta, aunque le indico como pasarla, el lo intenta varias veces pero se le traba el pecho, su anchura no le permite pasar, por lo que decidimos partir el grupo, Luís y yo seguiríamos por ese camino y José Manuel y Kike, volverían hacia atrás hasta encontrarnos en la cabecera de la rampa de la Gran Sala.
Luís y yo seguimos camino, pasando por los siguientes pasos estrechos hasta salir a la Galería del Coral, también llena de bonitas excéntricas que hacen que disfrutemos viendo las caprichosas formas que hay en el techo y sus paredes, que nos van llevando hasta la Sala de los Cristales, donde miramos la topo y giramos a la derecha por un laminador que se abre de altura y nos lleva hasta la cabecera de la rampa donde habíamos montada la cuerda.
Esperamos a José Manuel y Kike a que llegaran mientras tomábamos un piscolabis. En cuanto llegaron recogimos la cuerda y volvimos hacia la salida sin más dilación.
En resumen cuevamur es una cueva de nivel técnico fácil, no exige gran físico, es para todos los espeleólogos y merece la pena visitarla por las formaciones que tiene que son de gran belleza.


      Porche de entrada a Cuevamur


             Pasamanos de acceso que evita pozo de 30m



                    

                Cuerda fija en la cabecera de la Gran Sala



                   

Pasamanos de la entrada, saliendo hacia la boca                                                

sábado, 19 de mayo de 2012

Sima del Campo


Climatología: tiempo inestable
Participantes: José Manuel, Miguel y David



Tras una parada en Sacedón para enfundarnos un bocata (que hay que pedir como montado), nos dirigimos a la localidad conquense por los pelos de El Pozuelo, sin dejar de mirar de reojo los nubarrones del cielo.
Como los demás ya habían hecho varias veces esta cavidad, los primeros pasos fueron casi mecánicos, hasta que tocó buscar la vía hacia el pozo Skat a través del meandro, por evitar las gateras.
Descendiendo el meandro principal que parte del laguito de la entrada, y arrimándonos hacia la derecha, el recorrido llega un momento en el que se desfonda hacia un resalte con una poza, y un enorme tronco encajado en la cornisa a fecha de hoy. Debemos continuar de frente pero sin descender hacia la poza, sino empotrándonos por la zona alta, para alcanzar un incómodo pasaje en el techo, y desde éste doblar a mano derecha por otro pasaje que tira hacia atrás.
Enseguida nos encontramos con un primer estrecho pozo, y dos cabezazos contra el techo más allá, con un segundo estrecho pozo con dos anclajes, y una cinta al otro lado de un ventanuco (que conduce al paso de las gateras). Ésta es la cabecera del pozo Skat, en una ratonera bastante incómoda para aguardar.
Va montando Miguel, baja luego Jose y yo cerrando. Al comienzo el pozo aparenta ser muy estrecho, pero en seguida se amplía, y en general es bastante cómodo.
Jose iba a estrenar una minicámara de vídeo de casco que había comprado por Internet, pero apenas había descendido hasta el primer fraccionamiento, un golpe con las paredes hizo que la cámara se fuera a hacer puñetas hacia las profundidades. Más abajo iríamos encontrando pedacitos de ella.
Pero no fue la única cosa que se cayó. En el segundo resalte, un bote de Isostar que iba en mi saca, demasiado llena y mal cerrada, acabó por salirse y cayó friccionando sonoramente contra las paredes del pozo, como una tabla de snowboard, dejándonos a todos helados, sobre todo a los que estaban más abajo.
Y sin más contratiempos... ... ... llegamos al Paso de la Penuria, que Jose decidió no pasar debido a la estrechez.
Bajamos Miguel y yo hasta el sifón final, para verlo, y para pringarnos las botas de fango.
Y comenzamos a regresar rápidamente, sin parada, ya que a la vista de la inestabilidad del tiempo, nos convenía salir cuanto antes.
Al alcanzar de nuevo el fondo de la torca chispeaba, y enseguida la lluvia se volvió más densa. Nos tocó mojarnos un poco mientras nos cambiábamos.


Descendiendo al fondo de la torca


Cabecera del pozo Skat


Pozo Skat


En una cornisa del pozo había algunos restos de lo que podría ser una cámara de vídeo...


Así queda un bote de Isostar tras descender 50 metros.

El Paso de la Penuria

Ascendiendo por el Skat

sábado, 10 de marzo de 2012

Mortero del Crucero-La Calaca


Climatología: soleado y temperatura agradable
Participantes: José Manuel, Luís, Kike, y David



La pista hormigonada que parte de Astrana y asciende hasta las cercanías del Mortero de Astrana continúa un trecho más, dejando paso a un camino en no demasiado mal estado.
Poco antes de pasar entre los dos Mazos, divisamos una batería de coches y nos detuvimos momentáneamente a preguntar a los que se estaban cambiando, que eran del grupo de Geológicas de Madrid, qué cueva iban a hacer. Casualmente la misma que nosotros, pese a que faltaba aún un trecho para llegar al punto de aproximación.
Y es que poco más adelante se interponía una tremenda rampa recubierta de cantos rodados que los coches no pudieron subir. Kike hizo un único intento de remontarla, y tras terminar clavado con las ruedas patinando, decidió dejarse caer y aparcar junto a los demás.
Por no montar dos cuerdas sobre la misma instalación de entrada, los de Geológicas nos permitieron amablemente usar la suya para descender el Crucero, y para la salida cada cual montó la suya, ya que si bien entraríamos al tiempo, saldríamos por separado, pues ellos iban con cursillistas con la idea de dejarles desenvolverse por su cuenta.
Nada más tocar fondo por la cuerda, en la posición de mirando a la pared, tomamos pegados a la pared de la izquierda hasta encontrar el río, y lo seguimos hacia la derecha, donde en seguida se obstruye.
Hay que atravesar un hueco entre bloques y llegamos a una sala en cuesta en lo alto de la cual cae la cuerda que sube hasta el piso de los meandros.
Primeramente una pequeña gatera, y tras un resalte equipado con cuerda, un pasaje cómodo y polvoriento. Avanzamos con pocas dudas guiados por el sonido delator del otro grupo que iba ligeramente por delante.
Tras un par de quiebros alcanzamos un desfondamiento, donde la cueva se ensanchaba, y pasado éste, rodeándolo por la izquierda para luego seguir por la derecha, en dirección opuesta a una zona con pequeñas formaciones, los del GEG hicieron una pausa y nos adelantamos, armados de brújula, topo y reseña. Desde ahí todo derecho por la galería hasta que ésta se laminaba, nos introdujimos por la pequeña boca de meandro que se abría de frente para, sin haber apenas avanzado, tirar por un ramal a la izquierda, emergiendo así instantáneamente a una amplia galería descendente caracterizada por una rampa arenosa y "pendants" pendiendo del techo.
Alertados por las reseñas que habíamos leído de otros grupos, tomamos la dirección adecuada para no terminar en el famoso "Gran Mogollonazo", en el que acaban los que desean perderse para alargar un poco la travesía que, la verdad, es bastante corta.
Ascendimos la rampa arenosa, repleta de pisadas, hasta una zona donde los pendones estaban recubiertos de cristalizaciones de calcita blanca. No vimos muy clara la trepada de la gran roca que mencionaba alguna reseña; por otro lado, desde lo alto partía una ruta muy marcada que, según la brújula, iba derecha hacia... ¡El Gran Mogollonazo!
Total, descendimos de nuevo para continuar por el fondo de la gran galería dirección suroeste, y empezaron a brotar del suelo, si no aguas, porque aguas no había, signos de que por allí correría un pequeño río cuando no hubiese sequía: el Río Negro.
Los "pendants" seguían acompañándonos, sólo que al alcanzar el final de la pendiente, en lugar de mirarnos desde lo alto de los techos, habían descendido hasta nuestro nivel, casi rozando el suelo.
Sorteando aquellos pendones enseguida llegamos a un punto donde el túnel reducía sus dimensiones y se dividía claramente. Tomamos por el túnel de la derecha e ipso-facto comenzamos a ascender, primero una rampa y luego una montaña de bloques bajo una techumbre de gran altura, ayudándonos en el primer tramo de una cuerda montada.
Así trepamos unos cuantos bloques hasta alcanzar la línea de cumbrera de aquella montañita subterránea en la que crecían algunos arbolitos, y luego descendimos por la otra vertiente, pegándonos más bien a la izquierda para no confundirnos más adelante y tomar en esa dirección hacia un gran desfondamiento.
Rodeando la caída por la izquierda, alcanzamos la base de un corto resalte montado con cuerda y, una vez superado, ya estábamos distinguiendo la luz del exterior.
En el fondo de la torca, iluminada por una mortecina luz azulada, dos montículos de nieve, varias calaveras de vaca, y dos cuerdas cayendo desde lo alto. Bonita estampa y... ¡vaya travesía más corta! Hasta aquí llevábamos unas 3 horas.
Nos tomamos la merienda allí abajo antes de subir y al poco escuchamos una primera voz procedente de las entrañas de la tierra "¡Se ve luz!". Nos despedimos desde arriba de los primeros del GEG en cuanto asoman por la torca, y nos marchamos.
De regreso al coche nos liamos a echar fotos a diestro y siniestro pues justo nos pilló esa luz mágica que precede al ocaso...








Al poco de tocar fondo por el Crucero, un corto resalte montado con cuerda nos sitúa al comienzo del piso superior de meandros


Pendón recubierto de cristalizaciones de calcita


Pendones sobre el Río Negro, que iba seco, que rima con negro.


Fondo de la torca de La Calaca, eventual nevero