sábado, 1 de junio de 2013

Cueva 415


Participantes: Miguel, José Manuel, Luís, Quique, Araceli y David
Climatología: Tiempo inestable

La pasada Semana Santa, aprovechando que coincidimos varios del grupo por la zona, nos habíamos acercado para confirmar la localización de la boca, y en principio había dudas sobre si merecería la pena hacerla debido a lo escaso de su recorrido.

Finalmente, a finales de Mayo planificamos una visita.
Cambiándonos en las cercanías, apareció otro coche, con tres espeleólogos cántabros que también tenían pensada esa cavidad, de modo que entramos conjuntamente, aunque luego ellos tirarían por su cuenta adelantándose.

La entrada es un pequeño agujero cubierto con un tronco y unos alambres, en una de las varias dolinas que hoyan un empinado prado con vacas. Retirados los obstáculos, nos escurrimos unos metros hacia abajo, dejando un pasaje que se ciega a mano izquierda, y descendemos por el túnel principal hasta el borde de una fuerte caída. Hay que descender un primer tramo escurriéndose entre los bloques, y luego un segundo tramo más expuesto donde montamos una cuerda.

Una vez abajo, en una sala grande, unos pasos más adelante entre un caos de bloques, arriba y a mano derecha desciende una cuerda que hay que remontar hasta una gatera superior.

Por arriba proseguimos por un conducto de escasas dimensiones, con un pasamanos en cierto punto, hasta desembocar, unos 20 metros más adelante, en otra sala grande. Y aquí empiezan las primeras formaciones.
En una de las paredes hay algunas bellas estalactitas brillantes y una pequeña muestra del tipo de formaciones excéntricas que encontraremos más adelante.

Atravesada la gran sala y arrimándonos a la pared izquierda, remontamos una subida, y a medio camino pruebo por un agujero mientras Miguel mira por arriba.

El agujero conduce a unas gateras meandriformes que llevan en seguida a un laminador muy estrecho. Parece que va a ser por ahí. Aquí tres del grupo se plantan.

Pasa Araceli primero, por ser la más delgada, para confirmar que tira, y tira. Poco más adelante aparece el primer bosquete de excéntricas cubriendo techo y paredes del conducto. Parece que estamos en el interior de un intestino, con sus pilosidades. Si bien la sección media del pasaje se amplía, el avance se realizará en ocasiones a rastras para evitar romper estas formaciones que nos acompañarán desde aquí, hasta el final del trayecto.

Tras un trecho de gatera, nos escurrimos hacia una salilla donde nos reencontramos con los tres del otro grupo. Esta sala también está atiborrada de sierras, cuchillos, bracillos, guadañas, helictitas y demás rimbombeces, pero la cosa no acaba aquí.

Nos colamos por un agujero en la pared, y continuamos avanzando por tunelillos hasta otra nueva salilla, donde los cántabros están peleándose con una estrechez al fondo de una diaclasa. Finalmente desisten. Nos asomamos Miguel y yo... y tampoco lo vemos claro.

Nosotros regresamos a reunirnos con los del grupo que se habían quedado atrás, pero los otros se quedan ahí a comer, y quizá a intentarlo de nuevo, pues al menos uno de ellos parecía obstinado en pasar.

Ya fuera de la cueva subiendo por la embarrada ladera, poco antes de alcanzar el camino me fijé en un agujerillo del tamaño de un coco que parecía recién abierto de forma natural. Alumbrando con una linterna, tras el cuello de barro se abría una sima estrecha de paredes de roca limpia que quizá ofrezca algún interés.

Una vez cambiados aprovechamos para ir a localizar la Torca de la Vaca, sin problemas gracias a las coordenadas GPS, y luego a buscar la boca de Cueva Llueva, que no estaba prevista, pero también la hallamos con las indicaciones que nos dieron los del otro grupo en la 415.



boca de la cueva cubierta para evitar que caiga el ganado


pasando el laminador (desde atrás)


pasando el laminador (desde adelante)


tras el laminador empiezan los túneles barbudos



segunda salilla, antes de la diaclasa con embudo


dientes de sable


mirando las estrellas




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