CUEVA DE LA VERDE
Participantes:
José Manuel, José Luís, Yolanda y Miguel
Acaba de empezar el
verano del 2022 y hoy, sábado 25 de junio, cuatro de los miembros del grupo,
decidimos hacer la Cueva de la Verde, cuya boca ya habíamos localizado hace un
par de años.
La Cueva de la Verde es
una cavidad muy interesante, que se encuentra en Cantabria, en el término de
Riotuerto, muy cerca de La Cavada, y más cerca todavía del Barrio de Arriba. A
menos de doscientos metros de la Ganadería La Mies.
No es muy grande. No
llega a los dos kilómetros de recorrido, pero, desde luego, vale la pena
hacerle una visita.
Dejamos el coche junto
a un pequeño puente que salva el arroyo de La Riega, que surge junto a un viejo
molino abandonado, que se surtía de esta agua para su funcionamiento en el
pasado. La Cueva de la Verde está a unos treinta metros por encima de este
molino y esa surgencia nace precisamente
de la cueva.
Donde dejamos el coche, nos preparamos con el equipo. Hay hasta un banco, que nos facilita cambiarnos.
Contentos y limpitos antes de entrar |
Los Espeleo-Romeros preparados |
Lo bueno es que no hay
que llevar ningún aparato de progresión vertical. Ni siquiera hace falta un
arnés. Por tanto, sólo la ropa y calzado adecuado, el casco y la iluminación y,
muy aconsejable, coderas y rodilleras, si no queremos sufrir innecesariamente.
La marcha de
aproximación es corta, de entre diez y quince minutos, depende si localizamos
bien el sendero que nos lleva a la boca de cueva. Llegar a la boca no es
difícil, pero hay que superar una pendiente muy acusada, con tierra y hojas
sueltas, que suele resbalar bastante.
Llegamos a la boca de
la cueva, que no es grande, pero suficiente para entrar sin problemas. Vamos
destrepando y, a los pocos metros, en una pequeña salita, se encuentra el
conocido como “Paso del Estrujón”, que es inevitable pasar para poder proseguir.
El día que entramos,
llovía un poco y, en el Paso del Estrujón, había agua. Poca, pero suficiente
para mojarnos, porque se pasa reptando y culebreando, así que la sacamos con un
cuenco y una esponja, que alguien dejó, en su día, en la entrada del paso. Nos
vino muy bien.
Lo cierto es que es un
paso bastante estrecho, pero relativamente cómodo; ya que se pasa tumbado en el
suelo. Es verdad que, a mí, que era el más ancho de los cuatro que íbamos, me
costó un poco pasarlo, incluso tuve que quitarme el casco para ello, pero no me
pareció tan difícil como habíamos leído en las descripciones que habían hecho otros que lo habían pasado
con anterioridad. No era tan fiero el león como lo pintaban.
Estalactitas que desafían la gravedad |
José Manuel destrepando una estrechez cerca de la entrada |
Una vez pasado El
Estrujón, nos encontramos una cuerda que sube a un nivel superior. Ese no es el
camino, hay que seguir por la zona más evidente, que es una sucesión de
galerías fósiles de techo bajo.
José Manuel pasando un paso estrecho entre formaciones |
Iremos, principalmente,
gateando y reptando durante un rato.
Saliendo de las zonas estrechas |
Al llegar a la “Sala del Menú”, la cosa cambia. La cueva se vuelve más grande. Y más bonita, porque aunque nos encontramos formaciones desde que entramos, a partir de aquí, la cosa mejora bastante.
Bonita Formación en medio de la galería |
Después de la “Sala del
Menú” hay otra zona un poco incómoda, pero no dura mucho; ya que al llegar a la
siguiente sala grande, la “Sala de la Lámpara”, otra vez coge buenas
dimensiones la cueva.
Seguimos avanzando por la galería y encontramos un pasamanos a la izquierda. Lo cierto es que es un quitamiedos, porque esa zona puede pasarse sin la cuerda, pero hay un pequeño desfonde en el que nos podríamos hacer bastante daño si caemos.
Yolanda pasando por el pasamanos o quitamiedos que encontramos en fijo |
Continuamos, sin
pérdida, buscando la “Sala de las Pisolitas” y llegamos a una zona con mucha
arena, muy parecida a la de la playa.
El caso es que, en esta
zona, hay dos pasos sifonantes, que estaban secos cuando los pasamos. Eso sí,
en el segundo, yo no cabía por el paso, aunque como el suelo es de arena, cavé
unos centímetros la arena suelta y pude pasar.
Paso sifonante seco |
Una vez pasados los
pasos sifonantes, nos encontramos la “Sala de las Pisolitas”, que se llama así
por encontrar allí algunas pequeñas perlas de las cavernas.
Y después, el “Gran Salón”. Desde esta última sala, hay un meandro que hay que seguir. Pasamos ahora el “Paso del Pocholate”, que es fácil, pero te mojas un poco y te llenas de barro.
Una de las bonitas Marmitas de la Cueva |
Otra bonita Marmita cerrada por una bonita colada |
Galería de las Marmitas |
Después, está la
“Galería de los Gours”, otra que hace honor a su nombre, aunque en esta cueva
hay gours por muchos sitios. Aquí nos encontramos también el “Jacuzzi de
Manulete”, que estaba prácticamente seco.
Poco después está el
final de la cueva conocida, aunque, al parecer, sigue en exploración en algunas
zonas, con lo que en el futuro podría aumentar su desarrollo.
Sólo faltaba volver por
donde habíamos venido.
En definitiva, una
cueva muy recomendable, donde se pueden echar unas cuantas horas de espeleo,
con la comodidad de no llevar aparatos; ya que no hacen falta. Eso sí, se echa
en falta algún pingo de cuerda en algún sitio complicado de superar, que
facilitaría la progresión.
Video resumen en el siguiente enlace: