sábado, 26 de marzo de 2011

Sima Juan Herranz II


Climatología: Nubes apasteladas
Participantes: Miguel, José Luís, y David



Estos días anda lloviendo, y aunque la mañana se portó bien, los caminos estaban encharcados y convertidos en barrizales en algunos tramos, así que dejamos el coche en el refugio de la torreta con la idea de avanzar el kilómetro y medio que nos faltaba a pie.
Las "Juanas" son unas simas típicas para cursillos de iniciación, por lo que nos temíamos tener compañía. Mientras nos cambiábamos pasó el primer todo-terreno, que se convertirían en tres al final de la tarde.
Nos acercamos andando hasta la boca, mientras no parábamos de encontrar otra simas, allí estaban los del todoterreno (¿Espéleokatiuskas?) que iban a hacer primeramente la Juan Herranz I. Luego llegarían los de Geoda también.
La instalación de la Juan Herranz II había sido renovada recientemente por los del Club Viana, con anclajes fijos, aligerando la tarea. Usamos una cuerda de 100 del tirón para los pozos grandes, y cuerdas más pequeñas para el resto, debiendo de hacer un par de nudos de "pescador" por calcular mal las longitudes.
Una vez descendidos todos los pozos nos quitamos los arneses y nos introdujimos por el boquete del suelo que se abría en sala de aterrizaje final. Destrepando, llegamos a un paso obstruido por un derrumbe, donde hay que ascender unos pasos y deslizarse por un hueco entre lajas de bloques, y ya estamos en el corredor principal.
Tras un destrepe, para posteriormente volver a trepar, a mano izquierda, llegamos a la galería del lago. Ésta es la única zona con formaciones de tamaño superior a mísero de toda la cavidad, aunque se encuentran algo inaccesibles cayendo desde lo alto de una de las paredes de la sima que corta la galería y al fondo de la cual está el lago. Una cascada como lluvia cae de lo alto.
Volvemos hacia atrás para proseguir por el corredor que habíamos dejado momentáneamente, y nos vemos inmersos en unos meandros principalmente secos, aunque a ratos se atisbe agua, que van ganando en altura, con un peligroso paso aéreo en cierto punto. Algunos bloques se encuentran encajados en un equilibrio que parece que puede quebrarse cualquier día.
En cierto momento nos escurrimos hacia la derecha para destrepar hasta una galería más confortable y segura por la que discurre un arroyo. Lo remontamos corriente arriba, mojándonos los pies, un trayecto bastante cómodo de suelo regular y anchura suficiente. Al poco de pasar por una sala donde el espacio se expande, nos damos la vuelta al no parecer haber continuación.
Tomamos entonces a favor de la corriente, hasta que ésta desparece. Al frente una estrecha gatera laminador sustituye al arroyo. Pero en lugar de tirar por ahí, unos pasos antes, trepamos por una vía que se abre hacia lo alto y avanzamos por un piso superior, por unas salas más amplias en las que aparecen algunas geodas (cristalizaciones dentro de las rocas), volviendo a descender sobre la corriente un último tramo hasta una obstrucción donde damos por concluido nuestro avance por el meandro.
Al regresar por el piso superior, no volvemos a pasar por el río, y enganchamos directamente con los meandros secos superiores y el maldito paso aéreo, el cuál Miguel pasa sin pestañear, pero que a José y a mí nos hace recelar.
Tras dejar atrás el hito que indica la pequeña trepada hacia la galería del lago (ésta vez a mano derecha), nos pasamos de largo la trepada hacia la salida (ésta vez a mano izquierda) y acabamos reptando por un estrecho ventanuco de lajas lisas que lleva a un pozo con una corriente de agua.
Reculamos, sintiendo la cantidad de aire que sopla por múltiples ranuras impenetrables de la pared derecha, hasta reconocer el resalte correcto para regresar, y nos deslizamos entre las lajas lisas correctas.
Al otro lado de la obstrucción se abre otro pozo que de forma similar al de la galería que tomamos erróneamente, desciende hasta la corriente de agua.
Desde ahí sólo nos queda hacer una trepadita para aflorar en la sala donde dejamos los arneses y cacharros.
Nos tomamos un refrigerio antes de regresar.
Montaje de la cabecera del pozo de entrada, comenzando por el tronco de un árbol
En las zonas cercanas a la entrada hay que tener cuidado con dónde se ponen las manos, a la vista de estos moradores
Entre el primer y segundo gran pozo se encuentra una plataforma de rocas de la que parte esta instalación hacia un boquete en la pared. ¿Habrá algo allí? No lo miramos
Montaje en la plataforma intermedia, cabecera del P27
El segundo gran pozo (P27), desde la plataforma, mirando hacia abajo
Descendiendo el P27, mirando hacia abajo
Descendiendo el P27, mirando hacia la cabecera
Galería del Lago
El Lago, y la cascada como lluvia
Pilosidades
Coladas por las que resbala uno de los múltiples aportes de agua que recibe el arroyo
Formaciones murales "intestinales"
Ascendiendo para salir

sábado, 5 de marzo de 2011

Sima del Portillo


Climatología: Soleado
Participantes: Quique, José Luís, José Manuel, Marta, Miguel y David



Al poco de comenzar a ascender por la pista forestal, uno de los coche hubo de quedar en la cuneta a causa de la nieve que hacía patinar las ruedas.
El otro prosiguió con cadenas el par de kilómetros que faltaba hasta las proximidades de la boca.
Tras montar la cabecera de la sima, descendemos en volado hasta una rampa pedregosa en una gran sala tapizada por coladas. El olor nada más empezar a descender se hace pestilente, una mezcla de humedad y muerte, sin duda debido a la caída accidental de algunos animales.
Descendiendo por las piedras sueltas, nos introducimos por un pasaje al fondo a la derecha que conduce hasta un pozo en una estrecha diaclasa. Sin no andamos con cuidado las piedras acumuladas rodarán a nuestro paso precipitándose sobre las cabezas de los compañeros que vayan más adelante, por lo que no está de más pasar por turnos, de uno en uno.
Pasada la diaclasa, que a los más anchos les costará bajar (y más aún subir), aparece un tobogán resbaladizo que sólo los más ágiles podrán escalar a la vuelta, de subida, sin ayuda de un compañero.
Las galerías poseen dimensiones cómodas para el avance. Descendemos por un pasamanos que se precipita sobre un boquete con agua, y más adelante aparece la gatera llamada el Paso de los Cepelados.
Justo a continuación aparece otro tobogán fácil de descender y no tanto de subir sin ayuda, y de seguido un embudo resbaladizo se precipita hacia abajo.
Instalamos aquí otra cuerda dada la peligrosidad de esta bajada.
Más adelante aparece otro laguito cortando el paso, y que hay que esquivar arrimado a la pared derecha si no queremos mojarnos.
En cierto punto llegamos a una cuerda que asciende unos pocos metros por un boquete en el techo. Algunos desconchones en el suelo permiten apreciar un reguerillo de agua que discurre bajo nuestros pies. Dejando momentáneamente la cuerda, seguimos de frente, y escurriéndonos por una incómoda gatera afloramos a un meandro arcilloso, con la sensación de andar sobre plastilina, que desciende con el agua correteando por debajo hasta sifonarse. El regreso es un poco más difícil, ya que la gatera de entrada a este sector emerge en medio de una pared, y al hacer el recorrido inverso nos vemos con medio cuerpo dentro y las piernas en el aire buscando a ciegas un punto de apoyo.
Habiendo regresado a la cuerda, ascendemos ésta y otra más adelante que salva una rampa y un pequeño boquete, y llegamos a la sala más bonita de la cueva, con curiosas formaciones, sobre todo teniendo en cuenta que desde la gran sala del fondo de la sima hasta aquí las únicas formaciones de interés que habían aparecido eran una especie de minibosquetes de abetos formados por precipitación de arcilla.
Del techo de la sala cuelga una cuerda que asciende hacia otro nivel superior. Miguel había indagado por ahí hace años, pero en esta ocasión no lo hicimos. Proseguimos adelante destrepando por una grieta hasta alcanzar el río, a cuya orilla dimos media vuelta.



La bajada se realiza prácticamente en volado hasta alcanzar la rampa pedregosa del fondo de la sima
Gran sala del fondo de la sima, con coladas y algunas formaciones
Pozo en forma de diaclasa al fondo de la sala de aterrizaje de la sima, que pondrá en dificultades a los más anchos.
El Paso de los Cepelados
Atravesando el Paso de los Cepelados
Embudo tras el Paso de los Cepelados
Abetal formado por precipitación de la arcilla
Atravesando el pequeño lago
Formaciones en la sala más bonita de la cueva
En algunas zonas brillan estrellas de constelaciones subterráneas

El sifón final, con forma de garganta, con la campanilla colgando