sábado, 20 de noviembre de 2010

Torquilla de Urrez


Participantes: Luis, Miguel y David
Climatología: Una rasca de tres pares de narices.
 
Llegamos a la zona donde supuestamente estaba la sima, sin saber su lugar exacto, pero rápidamente la encontramos, apenas bajar del coche. No tenía pérdida en medio de aquel páramo deforestado, muy cerca de donde el camino cambia de dirección al final del barranco.
El camino para llegar está bien al principio, luego aparecen baches y hondonadas inundadas con charcos de las lluvias recientes, y afloraciones pedregosas, pero nada grave. Tras encontrar la boca, volvimos rápidamente al coche antes de helarnos, y lo acercamos a una de las cabañas cercanas entre los robledales para resguardarnos del viento polar que soplaba.

Instalamos la cuerda haciendo fraccionamiento con pasamanos en la repisa inferior y pa' bajo.
La temperatura del interior de la cavidad era muy placentera, confortable, sobre todo en comparación con la superficie.

Fue una visita un tanto escasa, ya que al no conocer la cavidad ni sus recovecos, pasamos más tiempo buscando que recorriendo.
La gran sala de aterrizaje comunica con  otra grande en rampa, con cables de acero instalados para hacer más seguro el descenso. Dejando atrás las amplitudes enfilamos todo recto rumbo norte, hasta que advertí con mi brújula que la gatera por la que nos estábamos encajonando estaba derivando hacia el este, y según la topo, conduciría a un ramal ciego. Miguel se adelantó más, pero finalmente decidió retroceder ante mis continuas voces de que aquello se iba a cegar. Mal hecho pues consultando a posteriori, nos perdimos toparnos con La Sala de la Música, que andaría por aquellos recovecos.
Retrocedimos hasta encontrar el paso correcto, una estrechez que se pasaba mejor por arriba, por un ventanuco, y que conducía a través de un corto meandro seco hasta un pequeño pozo equipado con una escalera formada a base de cadenas.
Proseguimos entre los caos de bloques y perdimos un buen tiempo buscando la continuación hacia la Sala del Murciélago, que resultó ser un laminador descendente que habíamos descartado en el vistazo inicial por creer que se cegaría.
Descendiendo por el citado laminador alcanzamos un pequeño cauce de agua y enseguida la galería cobró grandes dimensiones, que aumentarían más aún más adelante.

El túnel se precipita al vacío, aumentando la sensación de enormidad, con grandes caídas de barro resbaladizo y rocas blandas. Observamos una bajada-tobogán por el centro, muy divertida si hubiera una piscina al final, pero pensamos que es mejor no arriesgarnos a partirnos los huesos, así que descendemos arrimados a la pared derecha, donde hay más afloraciones rocosas a las que agarrarse.
Tras otro subibaja por caos de bloques llegamos al final del sector de la inmensa galería, con una gran colada seca al frente y cristales de yeso a la izquierda. Tanteamos por lo alto sin hallar pasos, y descendiendo un pequeño resalte con una cinta anudada de ayuda, pero a continuación se abre un balcón con una gran caída sobre la zona siguiente, si había anclajes no los vi. Al lado una gatera descendente muy estrecha que descartamos.

Observando la topografía nos queda claro que hay que encontrar un paso bajo los caos de bloques, barajamos explorar algunos huecos, pero decidimos regresar, pues Luis había decidió volver hacia la salida tras encabronarse con una estrechez y con su carburera que iluminaba menos que una luciérnaga fotofóbica, además que yo empecé a sentir malestar, quizá hubiera cogido frío.

El exterior nos recibió con el mismo frío, tanto que la boca de la sima parecía exhalar vapores cálidos y termales. Pude observar divertido cómo Miguel salía envuelto en una nube de humo (vapor de agua) a causa del fuerte cambio térmico.

Quizá haya más adelante ocasión de volver a esta cavidad, y para esa ocasión ya sabremos lo que hay que hacer.


Bien, ya hemos localizado la entrada,
por cierto ¿hace algo de rasca, no?
¡Todos corriendo de nuevo al coche!



Ya estamos dentro, la temperatura del interior de la cueva nos reconforta y hace que nuestras orejillas coloradas vuelvan a su color normal.



 Esto es un anclaje, y lo demás son tonterías.



 Descendiendo ayudados por los cables de acero montados en la segunda sala de la cueva.



Saliendo de los meandros por la estrechez final hacia la escalera de cadenas.
¡Empuja, empuja! ¡Ya sale! Si es niño se llamará Miguel Ángel.



 Cristales de yeso al final de la Sala del Murciélago.



 Debo suponer que esto es el murciélago que da nombre a la Sala del Murciélago...



Remontando el tramo volado del pozo de salida.



La luz del exterior...



 Miguel echando humo en la subida.